LA PARTE MÁS DIFICIL DE LA FE

Cuando regresaba a casa, después de una gran victoria militar, el rey Asa, de Judá, fue interceptado por un profeta. Este hombre no venía a felicitar a Asa, sino a darle una advertencia: “Mientras tú dependas del Señor, confiando plenamente en Él, serás bendecido. Él caminará contigo y te dará victoria tras victoria. Pero si te apartas de Él, confiando en tu carne, tendrás desorden y caos en cada área de tu vida” (ver 2 Crónicas 15:1-6).

UN TIEMPO GLORIOSO

Asa tomó este mensaje muy en serio y caminó fielmente con el Señor por treinta y seis años. Durante ese tiempo, Judá fue grandemente bendecida por Dios. Vivir en esa tierra, era maravilloso y glorioso, pero después de todos esos años, otra crisis llegó. El rey apartado que gobernaba a Israel (que había efectuado la división de Judá), lanzó un ataque contra Asa. El capturó Ramá, un pueblo situado a pocos kilómetros de Jerusalén, la capital de Judá, cortando así la ruta principal de abastecimiento de la ciudad. Si algo no sucedía pronto, la economía entera de Judá colapsaría.

MIEDO Y PÁNICO

Esta vez, el Rey Asa actuó con miedo. En lugar de confiar en el Señor, buscó ayuda de uno de sus notorios enemigos, el rey de Asiria. Increíblemente, Asa despojó a Judá de toda su riqueza y se la ofreció a los asirios para que librasen a Judá. Fue un acto de absoluta incredulidad.

A menudo se dice que la parte más difícil de la fe es la última media hora. El hecho es que Dios ya había puesto en acción Su plan para liberar a Judá, pero Asa hizo abortar ese plan, actuando con miedo y pánico.

OTRA PALABRA PROFÉTICA

Asa recibió otra palabra: “Debido a que no confiaste en el Señor, de ahora en adelante tendrás guerras” (ver 2 Crónicas 16:9). Y así sucedió en Judá.

Actuar en incredulidad siempre trae desorden total y caos.